El correo que lo cambió todo: el día que descubrí lo que realmente significa liderar

Viernes, 8:00 a.m.
Con los audífonos puestos y el corazón acelerado, crucé la puerta de la oficina. Afuera, todo parecía una mañana normal. Por dentro, sabía que ese día marcaría un antes y un después. Era el inicio de mi jornada laboral… y también, mi primera implementación como Project Manager.
Los nervios me acompañaban, pero el plan estaba tan bien armado, que casi me creí invencible.
Todo fluía. El equipo estaba enfocado, el ambiente era de concentración y confianza. A mediodía, hicimos una pausa para almorzar. Recuerdo estar con María, mi compañera en este viaje, sentadas frente al monitor, repasando por enésima vez el plan de actividades. Cada entrega tenía su responsable, cada tarea su tiempo. Todo encajaba tan perfectamente que, por un instante, creí que ese día cerraría con aplausos.
Las horas siguieron su curso, tranquilas.
Hasta que llegaron las 7:00 p.m.
El cansancio ya pesaba en los hombros… tome una pausa, respire profundo y, en mi cabeza empezaron a rondar esas preguntas incómodas:
¿Y si algo salió mal?
¿Está todo realmente bien?
¿Necesitamos hacer rollback?
Y sí, fue ahí donde sucedió lo inevitable.
Llegó ese correo:
Asunto: “Impacto en puesta a producción”
Cinco palabras.
Cinco palabras que encendieron todas las alarmas.
Abrí el correo con el estómago encogido.
Cada línea que leía borraba un poco más mi sensación de seguridad.
Un error crítico — o eso parecía —. Uno que comprometía todo lo implementado.
Las validaciones no estaban alineadas con un cambio reciente del cliente.
Lo que parecía sólido… ahora era un castillo de naipes.
Drama en silencio
En una cabina fría, con el zumbido del ventilador como telón de fondo, miré a María.
Ella me miró.
No hizo falta decir nada.
En sus ojos, vi reflejada la pregunta que todos teníamos clavada en la garganta:
¿Vamos a salir de esta?
Ese fue el momento.
Ese que no viene en los libros.
El que no está en los simulacros ni en los exámenes.
Ese instante en el que dejas de ser quien coordina tareas.
y te conviertes en quien lidera en medio del caos.
Del plan perfecto al terreno real
Convocar al equipo sin sembrar pánico fue el primer reto.
Luego, revisar lo ya ejecutado, aislar errores, definir escenarios posibles.
Y, finalmente, mirar al cliente a los ojos (aunque fuera por videollamada) y decirle con serenidad:
“Esto tendrá un impacto. Pero estamos trabajando para solucionarlo.”
Todo esto, mientras la madrugada se asomaba por la ventana, recordándome que el tiempo no se detiene… ni siquiera cuando todo tiembla.
Fue en ese momento que entendí algo fundamental:
Liderar no es tenerlo todo bajo control.
Es tomar decisiones en medio de la incertidumbre, con la linterna de la intuición propia y la experiencia colectiva del equipo.
Es avanzar, incluso cuando no ves con claridad el siguiente paso.
¡Lo que aprendí cuando todo tembló!
Ese proyecto —mi primer proyecto real como PM— no fue perfecto.
Pero fue el que me transformó.
Aprendí a respirar antes de reaccionar.
A decir “esto sí, y esto no” con claridad y empatía.
A confiar en un equipo, incluso cuando el miedo se sentía en el ambiente.
A negociar sin dramatismo, pero con datos y convicción.
Y, sobre todo, a liderar desde la confianza, no desde el control.
Esa noche entendí una verdad que no está en ningún manual, ni en ningún curso:
Ser Project Manager no es solo cerrar proyectos.
Es abrir caminos en medio del caos.
Es liderar desde lo humano, en escenarios que cambian, que aprietan y que desafían.
Porque los verdaderos líderes no son los que nunca fallan,
sino los que saben mantenerse en pie cuando todo parece derrumbarse… y, aun así, guiar a su equipo hacia adelante.
Ese día, en medio del caos… descubrí que yo podía ser uno de ellos.
¿Y tú?
¿Cuál fue ese proyecto que te rompió los esquemas?
Ese que te hizo dudar… pero también te hizo crecer.
Ese que te sacó de la teoría y te lanzó de lleno a la realidad.
Nicole Marín
Project Assistant,CreditForce